
Esta mañana se llevó a cabo la misa de campaña, la cual Monseñor Isauro Covilli presidió ante una explanada repleta de fieles y bailes religiosos. Durante la celebración se realizó el tradicional descendimiento de la imagen de la Virgen del Carmen con cintas, y además se reconoció a la Federación de Bailes Religiosos por su 60.º aniversario de servicio.
La mañana del miércoles 16 de julio, la explanada del Santuario de La Tirana fue escenario de una emotiva y multitudinaria misa en honor a la Virgen del Carmen. Presidida por Monseñor Isauro Covilli, Obispo de Iquique, la ceremonia contó con elementos solemnes y tradicionales que reforzaron el arraigo y la devoción de los fieles.
Uno de los momentos más significativos fue el descendimiento de la imagen de la Virgen, en un rito cargado de simbolismo: las cintas que sostienen la efigie fueron cuidadosamente desatadas, permitiendo que la imagen de la Virgen descendiera lentamente, acompañada por cantos, tambores y pasos de danzas religiosas al ritmo de los bailes tradicionales. Este rito simboliza el encuentro de la Madre con su pueblo peregrino y su disposición a escuchar sus plegarias y acompañarlos en su camino.
Durante la homilía, Monseñor Covilli resaltó la importancia de mantener viva la fe y la unidad de la comunidad, invitando a los presentes a renovar su compromiso espiritual y a ser portadores de esperanza y solidaridad, valores emblemáticos de esta celebración.
“El Evangelio ilumina la realidad, cuando los pobres, los sencillos, los excluidos, y todos los que se dejen cautivar por el misterio de la Encarnación, permanecen porfiadamente a favor de la vida y de la solidaridad compasiva, a pesar de leyes que quieren instalarse, que atentan contra la vida, especialmente de aquellos que están por nacer, o de quienes están al final de su existencia”, comenzó expresando.
Asu vez, recalcó que “La vida pascual de Jesús resucitado y la figura de la Virgen del Carmen, Madre y Reina de Chile, nos hacen reconocer que la Iglesia es como un taller de restauración, y que se extiende en tantas organizaciones sociales, formada por personas dañadas, por personas en construcción y en restauración e invitadas todas a mirar su propia interioridad, haciéndose cargo de su vida y, sobre todo, mirando al cielo”.
Dentro de esta critica social también abordó temas como la desigualdad, la seguridad, falta de viviendas, la corrupción, el ambiente político, la cobertura de servicios básicos y medio ambiente.
“No podemos construir la paz sin verdad, que para nosotros los cristianos nace del principio fundamental del encuentro con Cristo, príncipe de la Paz. Hoy, en esta fiesta en honor a nuestra Madre, los invito a comprometernos todos en trabajar por la paz y desde este Santuario, hago el llamado a todas las naciones a promover la paz, y a aquellos que lamentablemente se encuentran en guerra, sepan que ninguna victoria armada, podrá compensar el dolor de las madres, el miedo de los niños y el futuro robado a pueblos enteros”, finalizó.
Como hito central de la jornada, se efectuó un reconocimiento especial a la Federación de Bailes Religiosos, que este año conmemora su 60.º aniversario. En la misa, el obispo y representantes de la comunidad destacaron el aporte de las cofradías más longevas, reconocimiento a su perseverancia y entrega ininterrumpida durante seis décadas al servicio de la Virgen del Carmen. Un gesto que emocionó profundamente a los bailarines fraternos, quienes recibieron aplausos y un merecido homenaje.
La solemnidad del rito y el fervor de los fieles se reflejaron en cada gesto: desde el rezo del Rosario hasta los cánticos, las velas encendidas y las danzas sincronizadas que envolvieron la eucaristía en una atmósfera de profundo recogimiento y celebración comunitaria.
Al concluir la misa, la imagen de la Virgen fue nuevamente elevada, mientras la explanada vibraba con el eco de la música y el júbilo de los fieles, dando paso a la tradicional procesión que atravesará el pueblo de La Tirana durante la jornada central.
La eucaristía del 16 de julio en La Tirana reafirma este año su doble condición de acto de fe y de manifestación cultural, integrando elementos rituales como el descendimiento con cintas y los bailes religiosos, y reconociendo el compromiso histórico de quienes han sostenido esta tradición durante seis décadas de servicio.